sábado, 25 de agosto de 2012

Neil Armstrong (1930-2012), in memoriam...


De repente, me dí cuenta de que aquel guisante diminuto, bonito y azul era la Tierra.
Levanté mi pulgar y cerré un ojo, y mi pulgar ocultó el planeta Tierra.
No me sentí como un gigante. Me sentí muy pequeño.



Último desayuno de Neil Armstrong antes de partir hacia la Luna en el Apolo 11 el 16 de julio de 1969.



Sobre abubillas en Redes y el desplazamiento de las especies…

Cada vez son más frecuentes las observaciones de abubilla (Upupa epops, Linnaeus, 1758) en el Parque Natural de Redes. Especie propia del sur peninsular y del norte de África, además del cinturón ecuatorial africano y del sureste asiático, es habitual de zonas semidesérticas, grandes praderas y cultivos de secano. Se trata de un ave inconfundible por su penacho de plumas eréctiles, por el contraste de sus colores canela, blanco y negro, así como por el pico curvado con el que escarba en la tierra o en los excrementos animales en busca de grillos, escarabajos y larvas. También se suele reconocer en la distancia por su vuelo ondulante al estilo mariposa, con frecuentes y bruscos cambios de dirección. Incluso sin observación directa, su canto (escuchar aquí), monótono pero inconfundible, permite detectar su presencia. En septiembre, las abubillas, en solitario o en pequeños grupos, emprenden viaje con dirección al este de África, donde se encuentran con las aves de su mismo orden afincadas en aquella zona. Sin embargo, esta migración anual empieza a no ser obligada, convirtiéndose en ave sedentaria, una anomalía conductual que, añadida a sus frecuentes incursiones en la Cordillera Cantábrica, es prueba más que evidente de los efectos del cambio climático.



Upupa epops (Linnaeus, 1758)



Los seres vivos de la Tierra casi al unísono, han comenzado un gigantesco éxodo. Se mueven hacia los polos, escapando del aumento de la temperatura en su territorio. Así, en el artículo Rapid Range Shifts of Species Associated with High Levels of Climate Warming, publicado en Science el agosto pasado, un grupo de científicos cuantifica esta desbandada general: las especies trepan por las montañas a un ritmo de 11 metros por década y se desplazan hacia los polos 16,9 kilómetros de media cada diez años. Más o menos como si los animales y las plantas se movieran desde el Ecuador a unos 20 centímetros por hora, cada hora del día, todos los días del año y así en los últimos 40 años. El equipo investigador autor del estudio ha necesitado cinco años para hacer un metaanálisis de todos los estudios publicados sobre la materia. Con datos de unas 2.000 especies terrestres (aves, mamíferos, reptiles, insectos, plantas…) constatan que casi todos han emprendido la gran marcha.

A causa de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, la temperatura del planeta aumentó 0,74 ºC entre 1906 y 2005, según el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU. Particularmente, en España el aumento de temperatura entre 1864 y 1999 fue de 1,5 ºC según lo publicado en el Estudio de los Efectos del Cambio Climático en España. Y la situación con certeza que empeorará. En nuestro país, la temperatura puede llegar a subir hasta 6 ºC en los veranos de final de siglo XXI, y por su cada vez más frecuentes sequías, será probablemente una de las regiones más gravemente afectadas en Europa. Por ejemplo, las mariposas en la Sierra de Guadarrama se han retirado a mayores alturas, moviéndose cuesta arriba unos 109 metros en 34 años, en reacción a un calentamiento de, más o menos, 1,5 ºC, y si una mariposa se desplaza en altura o hacia el norte, puede dejar atrás a una flor a la que antes polinizaba, lo que implica que desaparezca el andamio gigantesco que sostiene la vida en la Tierra.

De forma más general, las especies se han desplazado hacia los polos a una velocidad tres veces superior a la que se pensaba. Y han trepado por las montañas en busca de temperaturas inferiores a un ritmo que duplica el previsto. La huida a 20 centímetros por hora que cita el estudio publicado en Science es, por supuesto, una media. Los autores precisan que algunas especies se han desplazado mucho más despacio de lo que se esperaba, otras no se han movido y algunas incluso se han replegado hacia el Ecuador en lugar de avanzar hacia los polos. Pero la tendencia es clara, una huida hacia temperaturas más bajas.

Las implicaciones de este gran éxodo planetario son extremadamente pesimistas. Otros estudios calculan que el cambio climático representa un serio riesgo de extinción para al menos el 10% de las alrededor de diez millones de especies que existen en el planeta. Habrá algunos ganadores y muchos perdedores. Los que logren escapar hacia regiones con un clima más aceptable sobrevivirán e incluso prosperarán. Pero la mayoría no conseguirá escapar de la jaula del clima.


viernes, 24 de agosto de 2012

Sobre el envejecimiento de la población y la democratización de la supervivencia...

          Ayer publicaba el diario La Nueva España una interesante entrevista con Rafael Puyol, catedrático de Geografía Humana, que viene de participar en los cursos de La Granda con una ponencia titulada "¿Cuántos seremos?, ¿cómo seremos? y ¿cuánto viviremos?". En ella, el también ex rector de la Universidad Complutense de Madrid, respondía de manera bastante ajustada a la población potencial en 2050: 9.100.000.000 individuos, unos dos mil millones más que en la actualidad, aunque no hace ni medio siglo todos los factores hacían predecir unos 12.000.000.000.

          Apunta Puyol dos causas fundamentales para esa ralentización del crecimiento poblacional. La primera es la caída de la natalidad, que nos situa por debajo de la fecundidad de reemplazo, es decir, por debajo del umbral que permite la renovación de las generaciones, excepción hecha de algunos países subsaharianos. La segunda es un aumento no previsto de la mortalidad, principalmente por la epidemia del VIH  y en casi esos mismos paises subsaharianos.



Study of the head of an old man, 1610-1615 por Peter Paul Rubens, en el Kunsthistorisches Museum de Viena.



          Seremos más octogenarios y urbanos (en España la media entre las mujeres alcanza los 85 años y entre los hombres los 80, y el éxodo desde los pueblos hacia las ciudades es meridiano) y el envejecimiento se convierte en un fenómeno positivo consecuencia de la conquista social, pero que tiene consecuencias económicas, como el aumento del número de pensionistas, sociales y sanitarias. Todo ello, en palabras de Puyol, va a requerir medidas políticas y otras acciones, porque si no, en la próxima década, cuando nuestro país el envejecimiento alcance proporciones preocupantes, el asunto desembocará en conflicto social.

          De forma más general, definimos el envejecimiento demográfico como un cambio en la estructura de edad de una población, consistente en un aumento del porcentaje de personas por encima de 65 años (umbral aceptado aunque ciertamente arbitrario) respecto del conjunto. En España esta cifra alcanzaba, en 2011, el 17% y las proyecciones advierten de que a mediados del siglo en curso uno de cada tres españoles superará ese umbral.

Las causas de este proceso son bien sencillas: una menor fecundidad disminuye la cifra de niños y aumenta el peso relativo de los mayores; y una menor mortalidad lleva a más personas de cada cohorte a ese umbral, nueve de cada diez nacidos, cuando a principios del siglo XX no llegaban ni tres. Se viene produciendo, por tanto, una democratización de la supervivencia. Además, los que llegan viven más tiempo. Se ganan años a la muerte. Inexcusablemente, más gente en la vejez tiene consecuencias demográficas en el ámbito individual, social y en el sistema de protección social. 

Los demógrafos aun debaten sobre si se vive más porque se vive mejor, o se vive más porque las enfermedades ya no matan como antes, merced, entre otros factores, al avance médico. Parece evidente que cuando se envejece, las tasas de morbilidad y discapacidad aumentan considerablemente. Si la edad de aparición de enfermedades y el inicio de la discapacidad se retrasan hacia el momento de la muerte, se vive mejor y se ganan años de buena salud. 

Sin embargo, una parte del tiempo ganado se vive con mala salud. Hemos cambiado mortalidad por morbilidad, que suele ir asociada a enfermedades crónicas y degenerativas. La mala salud también se relaciona con problemas de discapacidad, que muchas veces deriva en dependencia y el envejecimiento supone la emergencia de los cuidados de larga duración. 

Por todo ello,  aumenta el número de generaciones de la misma familia viviendo simultáneamente. Nuestros mayores actuales tuvieron muchos hijos, pertenecientes a la generación del baby boom (los nacidos entre 1957 y 1977), que han sido y siguen siendo fundamentales en el cuidado. Pero debido al menor tamaño medio familiar (consecuencia de una baja fecundidad), un incremento de divorcios y de familias sin hijos, se debilita el potencial de cuidado familiar para futuros dependientes, a la vez que aumenta la carga para los cuidadores, mayoritariamente mujeres de edad intermedia. Por otra parte, una mayor convivencia y contacto intergeneracional permite más relaciones verticales dentro de la familia, abuelos-padres-hijos, una mayor cooperación, más oportunidades y mayores transferencias intergeneracionales. Destaca el hecho de ver abuelos en papeles tradicionales femeninos, como en el cuidado de nietos. 

El envejecimiento de la población obliga a ser eficientes y equitativos en el reparto de beneficios sociales. El horizonte cronológico de cada individuo se ha extendido. Ello ha permitido repartir tiempos a lo largo del curso de la vida; de hecho, los jóvenes pueden pasar más tiempo formándose; los mayores disponen de más tiempo para actividades, nuevas y viejas; y es razonable repartir algo de los años ganados entre los adultos, por ejemplo, ampliando su vida laboral.

Vidas más largas suponen un éxito del progreso, pero requieren financiación. Hasta ahora, contribuciones del trabajo e impuestos han mantenido nuestro sistema de protección social. El envejecimiento tensiona el equilibrio del sistema al aumentar notablemente el gasto en los importantes capítulos de pensiones, sanidad y dependencia, aunque el gasto sanitario tiene otras razones para su incremento. El envejecimiento, por ser una tendencia de fondo y de duración ilimitada, requiere un sistema de protección estable; pero si coincide con una crisis de empleo, la presión es insostenible, se magnifican las consecuencias negativas. Esto exige tomar medidas que hagan desaparecer las tensiones: políticas de empleo, mayor productividad por trabajador, pero también requiere a corto plazo o bien revisar la cartera de servicios (qué protegemos y qué deberíamos proteger), o bien incrementar los ingresos del sistema. Quizá ambas cosas.

          Quien desee profundizar en cómo los retos del futuro cambiarán nuestra forma de vivir y trabajar, puede hacerlo leyendo El mundo en 2050 (Debate, 2011), obra de Laurence C. Smith en la que este catedrático y profesor de UCLA examina las cuatro fuerzas que determinaran el futuro de la civilización, entre ellas la sobrepoblación. También se puede recomendar 2020, Un nuevo paradigma (Tendencias, 2009), en la que Robert J. Shapiro también analiza el problema poblacional como parte de la globalización.


sábado, 18 de agosto de 2012

Si encuentras huevos de serpiente en el Parque Natural de Redes nunca serán de víbora…

            Son únicamente cinco las serpientes que se pueden encontrar en el Parque Natural de Redes, de las cuales sólo una de ellas, la víbora de Seoane, es venenosa. Es frecuente escuchar de quienes han encontrado huevos de serpiente, supuestamente de víbora, que los han destruido para evitar su proliferación, aunque ha de hacerse saber que la víbora es ovovivípara, un tipo de desarrollo enbrionario en el que el animal pone huevos pero estos permanecen en el interior del cuerpo de la hembra hasta su eclosión. Por tanto, si se encuentran huevos de serpiente, en el Parque Natural de Redes o en cualquier otra parte, nunca podrán ser de víbora. De forma muy somera, estas son las características reproductivas de las cinco especies de serpientes de Redes.



Vipera seoanei (Lataste, 1879)



La culebra de collar (Natrix natrix, Linnaeus, 1758) pone huevos en grupos entre 9 y 26 huevos, entre junio y julio, para eclosionar tras unas 10 semanas. Como los huevos requieren una temperatura aproximada de 27-28 °C para su correcta incubación, prefiere situar las puestas sobre vegetación putrefacta. Las crías tienen entre 15 y 20 cm al momento de su eclosión e inmediatamente son independientes.

La culebra viperina, o culebra de agua, (Natrix maura, Linnaeus, 1758) pone de 6 a 16 huevos. La incubación en condiciones naturales es de unos 45 días y la aparición de los recién nacidos, en ocasiones formando pequeños grupos bajo piedras, se produce a partir de mediados de agosto, aunque con variaciones según las localidades. La longitud de los nacidos varía entre 14 y 22 cm.

En el caso de la culebra lisa meridional (Coronella girondica, Daudin, 1803) la puesta, de entre 5 y 10 huevos, se produce a mediados de julio, el periodo de incubación transcurre entre 44 y 82 días, y las eclosiones se producen en septiembre, produciendo ejemplares de entre 17 y 20 cm de longitud.

La culebra lisa europea (Coronella austriaca, Laurenti, 1768), de la que existe escasa información sobre su ciclo reproductivo, es ovovivípara, a diferencia de su especie congénere C. girondica, y los alumbramientos, de 5 a 9 neonatos de entre 15 y 18 cm, se producen desde finales de agosto hasta septiembre

Finalmente, la vibora de Seoane (Vipera seoanei, Lataste, 1879) es también ovovivipara, alumbra de 3 a 10 vástagos, de unos 18 o 20 cm de longitud, y los partos suceden de mediados de agosto a finales de octubre.

Una curiosidad para concluir, el lución (Anguis fragilis, Linnaeus, 1758) -en Asturias calabaz, escalaguerzu o esgolanciu, entre otros nombres locales- no es una serpiente como las cinco anteriores, sino un lagarto ápodo (sin patas), vivíparo, con partos en septiembre y ciclo reproductivo no siempre anual. Los ejemplares recién nacidos, entre 2 y 22, presentan una longitud de 10 a 12 cm.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Sobre Thomas Jefferson y Noah Webster, un precursor y un escéptico en el siglo XVIII...

El cambio climático antropogénico, o sea, producido por la actividad humana, es un problema del que se viene tomando conciencia desde la segunda mitad del siglo pasado, pero ya en 1799 se produjo el primer gran debate y, paradójicamente, fue en EEUU, país que ahora mismo no cuenta con ley contra el cambio climático por el desacuerdo entre demócratas y republicanos, acentuado por la modificación de las prioridades de la población a causa de la crisis económica, muy a pesar del oscarizado documental de Al Gore.



La declaración de la independencia, 1786-1797, por John Trumbull, 54x79 cm, óleo sobre lienzo,
en la Yale University Art Gallery, en New Haven (Connecticut).
El propio Trumbull pintó una réplica de mayores dimensiones (366x549 cm), que se encuentra en 
el Capitolio de los Estados Unidos, en Washingtong D.F. 

Thomas Jefferson es el personaje de más estatura entre los cinco del centro que se encuentran erguidos.



El que fue tercer presidente de los Estados Unidos de América, entre 1801 y 1809, Thomas Jefferson, considerado uno de los Padres Fundadores de la Nación, participó en la redacción de Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776), formando parte de la representación de Virginia, e intentó plasmar sus ideales republicanos y, entre otros asuntos, su preocupación por el cambio climático. Jefferson llevaba mucho tiempo preocupado por el aumento de las temperaturas y sus posibles consecuencias. Por ello, el 1 de julio de 1776 comenzó a registrar en su diario personal la temperatura diaria, temperaturas promedio de meses y años, fenómenos y anomalías meteorológicos. Todos estos datos los apoyó en conversaciones con los ancianos del lugar y la tradición oral.

En su libro Notes on the State of Virginia, dejaba clara su preocupación por el aumento de las temperaturas en su estado natal y, por extensión, en EEUU. Jefferson anotó que “se está produciendo un cambio en el clima de forma notoria. Los inviernos son mucho más moderados. Las nieves son menos frecuentes y menos copiosas. A menudo, no se encuentran por debajo de la montañas, más de uno o dos días, y muy rara vez una semana.  Los ancianos me cuentan que la tierra solía estar cubierta de nieve unos tres meses al año y los ríos, que rara vez no se congelan durante el invierno, ahora casi nunca lo hacen. Este cambio ha producido una fluctuación entre el calor y el frío, en la primavera de este año, lo cual es fatal para las frutas.”

Pero a Jefferson le surgió, ya entonces, un escéptico tremendamente populista. Noah Webster, editor, periodista, escritor político y de libros de texto estadounidense, fue reconocido como el padre de la escolaridad y educación norteamericana y en 1799, ante la recién creada Academia de Connecticut de Artes y Ciencias, se postuló contrario a la teoría sobre el cambio climático propuesta por Jefferson, en aquel momento vicepresidente de EEUU. Webster cuestionó los datos aportados por la dudosa precisión de los instrumentos de medición, por ser datos tomados en lugares puntuales y sólo por una persona (recuérdese que Jefferson los anotaba en un diario personal) y, además, por apoyarse, sin base científica, en las creencias populares.

Webster apuntó que “la tala de bosques para su conversión en campos de cultivo ha dado lugar a algunos cambios microclimáticos, un tiempo más ventoso y alguna variación en las condiciones climatológicas en el invierno. Pero aunque la nieve no permanezca en el suelo, no significa necesariamente que el país en su conjunto reciba menos nieve cada invierno. Tenemos, en los campos de cultivo, hoy en día la nieve profunda, y mañana no, pero la misma cantidad de nieve que cae en el bosque, se encuentra allí hasta la primavera.”

Han pasado más de dos siglos desde entonces y el escepticismo, aunque en clara regresión, sigue ocupando atriles, artículos y debates.


domingo, 12 de agosto de 2012

Sobre surfistas, renta básica, John Rawls y Philippe van Parijs...

Al difunto John Rawls (1921-2002), ya referido en una entrada anterior, parecían no gustarle demasiado los practicantes de surf y, en un artículo publicado en 1988, utilizó el ejemplo del surfista para explicar un punto crucial de su Teoría de la Justicia. En su opinión «quienes practican surf todo el día en Malibú deberían encontrar una manera de subvenir a sus propias necesidades, y no podrían beneficiarse de los fondos públicos». En resumen, para Rawls, de meridiana tradición calvinista, si uno está todo el día trabajando en un taller, o sirviendo comidas en un restaurante: ¿por qué debería subvencionarse al surfista que vive tan plácidamente, saltando las olas en traje de baño? Parece que negarse a subvencionar a los gorrones, aquellos que se aprovechan del trabajo de los otros, forma parte de la lógica misma de las sociedades liberales, pues el gorrón viola en cierta manera el contrato social. Fue el  noruego Jon Elster, sociólogo y miembro del Grupo Septiembre, quien denominó al anatema del surfista «objeción de explotación», o rechazo de la explotación de quienes trabajan para los vagos que reclaman solidaridad.



Summer beach, Polzeath, Cornwal, por Melanie McDonald.


Sin embargo, Philippe van Parijs, también perteneciente al Grupo Septiembre, en su libro Libertad real para todos: que puede justificar al capitalismo, si hay algo que pueda hacerlo (1998) discutió esta idea rawlsiana (tan inicialmente coherente) y en el artículo «Why surfers should be fed? The liberal case for an unconditional Basic income» (“Por qué se debería alimentar a los surfistas?”) planteó que también el surfista realiza actos maximizadores de utilidad social. Supongamos que saltar las olas en Malibú, en Tapia de Casariego, o en cualquier otra playa donde se puedan coger olas, para algunas personas constituye el fundamento de su autoestima y de su identidad. Imaginemos, incluso, que el surfista no produce nada, pero sin embargo consume y gracias a él, la industria del deporte, de la moda y del turismo florecen en Malibú. No es necesario, según considera van Parijs, que exista una estricta reciprocidad en los intercambios para que la sociedad sea justa. Además cuando le vemos surfear, el espectáculo es bonito… entonces, ¿por qué no fomentarlo? En definitiva, el surfista aumenta la utilidad agregada., aunque lo haga de una manera ciertamente distinta a como lo hace un profesor de instituto o un mecánico.

El filósofo belga dedicó a Rawls un capítulo destacado de su libro ¿Qué es una sociedad justa? Introducción a la filosofía política (1991) [‘La doble originalidad de Rawls’, pp. 58-79 de la ed. española, Barcelona: Ariel, 1993], donde presenta a Rawls ‘en ciertos aspectos más igualitarista que Marx’, en la medida en que el pensador norteamericano parece no vincular la sociedad justa al trabajo, aunque el propio van Parijs matiza que la comparación es parcialmente engañosa.

Van Parijs ha seguido investigando en una línea que también es la de separar el hecho de trabajar del derecho a disponer de renta. Por ello propone crear que lo denomina una ‘renta básica de ciudadanía’ que debiera recibir todo el mundo, independientemente de que sea surfista o carpintero, por el simple hecho de ser ciudadano. Esa renta básica sería “un ingreso transferido por una comunidad política a todos sus miembros, sobre una base individual, sin control de recursos, ni exigencia de contrapartida”. Es decir, neutra en cuanto a la definición del bien o los bienes a los que se quiera destinar dicha renta. Van Parijs considera que el Estado ha de ponerse al servicio de las libertades individuales, sin juzgar los comportamientos de nadie. La renta básica se defiende, además, en cuanto herramienta de justicia social y de igualdad de oportunidades, cuyo sentido estriba en impedir, lo que de hecho sucede en nuestros días, es decir, que la sociedad sea cada vez más desigual en origen.

La renta básica, sostiene van Parijs, cumple los requisitos de la Teoría de la Justicia de Rawls: da las máximas libertades públicas, iguales para todo el mundo, y da igualdad de oportunidades en beneficio de los más desfavorecidos. Por tanto, sería maximizador dar renta básica a todo el mundo. El debate tiene importantes consecuencias sobre la justicia social y sobre la definición de las libertades básicas. Por cierto, en la portada de Libertad real para todos aparece, naturalmente, un surfista. 


viernes, 10 de agosto de 2012

Sobre Villarrubia, un pueblo castellano y dos pinturas en la tienda de antiguedades...

          Estos dos óleos sobre lienzo forman parte desde hace unos meses de la colección particular de quien esto suscribe. Adquiridos en una tienda de antiguedades de Alicante, desconozco completamente su procedencia así como cualquier información sobre quien los firma... un tal Villarrubia. ¿Alguien puede apuntar algo al respecto?




viernes, 3 de agosto de 2012

Sobre la Teoría de la Justicia, John Rawls, los paraguas y el criterio Maximin...

En 1971 fue publicada la Teoría de la Justicia, un tratado de más de seiscientas páginas que, en su momento, cambió el paradigma de la filosofía política y cuya influencia ha traspasado los límites de la academia. El tema de John Rawls, profesor en Harvard fallecido en 2002, es la justicia de la sociedad. Rawls entiende la sociedad como una empresa cooperativa, y la justicia está llamada a repartir sus cargas y beneficios. Pero si en las sociedades coexisten una pluralidad de concepciones del bien ¿cómo fundar los principios de justicia?






La respuesta de Rawls es demandante e, independientemente de su concepción de la vida buena, usted coincidirá con los principios por él propuestos. Sólo tiene que acceder a un ejercicio mental que genera una situación de imparcialidad: la posición original. ¿Si no supiese cuál es su posición económica, sus talentos naturales, sus virtudes productivas, así como su concepción del bien, qué principios de justicia escogería para organizar la sociedad en la que ha de vivir? Esta es una decisión bajo incertidumbre. Y siguiendo una interpretación de la Teoría de la Decisión Racional en estos casos hay que guiarse por el criterio de decisión Maximin, que asegura el máximo de los mínimos.

Una analogía aclara la idea. Imagine que usted no puede saber si mañana lloverá, pero debe decidir hoy si mañana sale de su casa con paraguas. El mejor de los casos es salir sin paraguas y que brille el sol, otro escenario puede ser salir de casa con paraguas y que caiga lluvia, pero el peor de los supuestos es que usted decida salir sin paraguas y que mañana esté diluviando. El criterio Maximin nos lleva a evitar este último escenario: sin información, usted siempre debe salir con paraguas.

De igual modo sucede con los principios de la justicia: en la posición original usted aceptaría principios de distribución desigual sólo si van en beneficio de todos, especialmente de los más desaventajados. Según Rawls usted escogerá dos principios de justicia. El primero distribuye las libertades y derechos fundamentales de un modo estrictamente igualitario. El segundo, que se compone de dos partes, acepta la desigualdad pero sujeta a condiciones. Por una parte, el acceso a cargos y posiciones debe estar abierto a la justa igualdad de oportunidades. Por otra parte, cualquier rmejoramiento en la posición de los más aventajados sólo es legítimo si mejora la posición de los más desaventajados. Este es el muy discutido Principio de la Diferencia.

La posición de Rawls se viene llamando liberalismo igualitario. Es liberal, porque el primer principio (las libertades fundamentales) tiene prioridad sobre el segundo. Es igualitario, porque funda la justicia en el humilde reconocimiento de que muchas de nuestras ventajas no son más que resultado del azar. ¿Acaso merece usted su posición económica y social inicial, o sus talentos naturales? Esta lotería, nos recuerda Rawls, no es ni justa ni injusta. La justo e injusto refiere a como la enfrentamos.

Los debates de la filosofía política de los últimos cuarenta años han girado en torno a este opus magnum. Bien sea para criticarlo o para defenderlo, la referencia a Rawls es obligada. Además, ha tenido influencia en múltiples campos y disciplinas. Entre muchos otros, la justicia social y penal, el derecho internacional, la democracia, el entendimiento del bienestar, la salud y la educación.